De pequeños nos encantaban. Resultaban amenos compañeros de batalla en aburridas tardes salpicadas de deberes escolares. Las migas de bocadillos de cientos de meriendas se petrificaron entre sus páginas, convirtiéndose así en singulares marcapáginas de momentos irrepetibles.
Los de la generación que ya tachamos el medio siglo los llamábamos tebeos, fueran Mortadelos, Zipizapes o Los Cuatro Fantásticos. Luego resultó que si eran relatos breves en secuencias de viñetas destinadas a gente algo más mayor se llamaban cómics. Los tebeos se supone que eran más para niños, con chistes presentados en historietas. Ambos tipos, tanto antes como ahora, cuando no son originarios de España, hay que traducirlos para que puedan entenderlos las nuevas generaciones patrias. Si es que hoy en día leen algo, claro.
En este caso no prima la traducción literal propia de los traductores jurados. Se trata de trasladar la intención del autor adaptando el texto a nuestro idioma o idiomas a los que se quiera traducir. Los cómics tienen un lenguaje propio que el traductor debe entender a la perfección. Por eso resulta fundamental que este sea aficionado para aumentar así su nivel de maestría.
Peculiaridades de los cómics y su traducción.
Vamos a meter en el mismo saco de los cómics (aunque se enfade el sector ortodoxo) a tebeos, tiras cómicas, novelas gráficas… Todos tienen en común que cuentan una historia de manera visual y textual. La relación de imagen y texto se tiene que mantener en la traducción.
Elementos esenciales.
El traductor de cómics debe estar atento a:
- Limitación de espacio: la traducción debe caber en un espacio reducido por la distribución de la imagen y el tamaño de cartelas y bocadillos.
- Ausencia de anotaciones: nada de comentarios a pie de página o de anexos explicativos.
- Onomatopeyas, interjecciones, expresiones peyorativas, juegos de palabras, argot o localismos: los cómics están plagados de ellos. En muchos casos carecen de una traducción exacta en el nuevo idioma.
- Tipografía: hay cambios de tipografía cuando se quiere resaltar algo.
- Diferencias culturales con el país de origen: Si un traductor jurado transcribiera el texto literal al idioma solicitado, el contenido del mismo no se entendería a menudo. Es necesario adaptar la traducción al contexto de la cultura destinataria.
¿Por qué se traduce un cómic?
Pues para cumplir con las exigencias comerciales vinculadas a la oferta y la demanda del cómic en cuestión, obviamente. Si en España se quiere vender un cómic sueco, no queda otra que contratar a un traductor de sueco al español.
Lo bueno de la operación en que, en el caso de este ejemplo, sirve también para difundir la cultura sueca en nuestro país. Es decir, se potencia un contacto intercultural beneficioso para todos.
La traducción, cuando existe cierta universalidad temática de la historia, no tiene necesidad de adaptarse a la cultura de destino. Es decir, los lectores entienden perfectamente de qué va el cómic y tan sólo necesitan leerlo en su propio idioma.
En otras ocasiones, cuando se trata de contextos específicos de un país o localismos concretos, es necesario traducirlos a la lengua de la cultura receptora para que sus lectores puedan comprenderlos. En Andraca y Román Traductores Jurados, por ejemplo, somos muy fans de Superlópez. En la página 19 de uno de sus álbumes llamado La acera del tiempo, que va de viajes en el tiempo, el profesor Stupend Kong quiere hacer clones de Marta Sánchez, muy de moda en 1995. Como la cantante no era muy conocida en Italia, en la traducción del cómic español al italiano se puso Valeria Marini, muy famosa entonces por aquellas tierras.
Truquillos para adaptar la traducción al espacio disponible.
La traducción de cómics no es una ciencia exacta, por lo que el traductor tiene que jugar continuamente con los espacios disponibles para colocar el texto. Cambiar el tamaño de la fuente parece la solución a priori más efectiva, pero lo cierto es que a final no resulta tan buena desde el punto de vista estético.
Otras posibles opciones pueden ser:
- Suprimir o evitar las redundancias pues no aportan mucho.
- Variar la estructura de la frase o incluso su significado.
- Utilizar deícticos, que son aquellas palabras cuyo significado depende del contexto en el que se emplean y es necesario indicar a qué se refieren (Yo, mi, me, conmigo (de persona), mañana, ayer, luego (de tiempo)).
- Simplificar el texto siempre que se pueda. Ocupa menos escribir pelo que cabello, o estaba en su cuarto en lugar de estaba en su habitación.
- Eliminar signos de admiración o los puntos suspensivos, cambiando estos últimos por puntos sencillos. Evitar los puntos y aparte.
- Utilizar expresiones directas en lugar de tirar de perífrasis. Es decir, mejor que dar un beso, que ocupa más espacio, se puede poner directamente besar.
- En vez de escribir los números con palabras, como se suele hacer del cero al treinta, pues escribirlos en cifras. El espacio se reduce considerablemente.
Sin duda hablamos de un mundo desconocido para muchos traductores que sin embargo puede convertirse en otra vía de trabajo. Lo ideal es ser previamente un aficionado a su lectura pues se tiene la ventaja de conocer los códigos por los que se rige. Pero bueno, en la vida todo es aprender. Y además tiene la ventaja de no tener que regirse por la literalidad de una traducción jurada, por ejemplo. Igual hasta a alguno de los profesionales de nuestro equipo le da por explorar también esta interesante posibilidad laboral.
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